NUESTROS CASTILLOS Y FORTALEZAS

Dimensión patrimonial

Dentro del amplio conjunto del patrimonio cultural de Salamanca destacan, por su presencia y significación, las construcciones de la arquitectura defensiva; parte fundamental del legado monumental heredado, estrechamente vinculado a los paisajes culturales de la provincia.

Concepto

Por arquitectura defensiva se entiende el conjunto de estructuras construidas a lo largo de la historia para la defensa y el control de un territorio, siendo un claro testimonio de hechos y acontecimientos del pasado, transcendentes para personas y colectividades.

Implicación territorial y paisajística

La presencia de fortalezas en lugares estratégicos, tanto en poblaciones como en el medio rural, ha creado un vínculo indisoluble entre estos elementos singulares y el paisaje natural y urbano en que se encuentran integrados.

Las fortificaciones tardoantiguas y altomedievales

La inseguridad surgida a raíz de la crisis y decadencia del Imperio Romano, provocó el amurallamiento de las ciudades más importantes y la instalación de fortalezas y puestos de control en lugares estratégicos que garantizaban el tránsito por las vías principales de comunicación. Esta tendencia se mantuvo durante la Alta Edad Media en un territorio desestructurado políticamente como el salmantino, que conserva una serie de emplazamientos que serían abandonados cuando perdieron su función original a medida que se estabilizaba la frontera cristiana al sur del Sistema Central.

Las cercas de repoblación

Con los reyes leoneses Fernando II y Alfonso IX se repoblaron en el siglo XII numerosos núcleos de población, como Ciudad Rodrigo, que se fortificaron construyendo recintos cercados de planta ovalada, mayoritariamente sin torres, utilizando el sistema constructivo de tapias, mediante la superposición de cajas encofradas de hormigón de cal y canto.

No obstante, las técnicas constructivas siempre han estado condicionadas por la disponibilidad de materiales que ofrecen los entornos más próximos. Por ello, las distintas comunidades repobladoras acabaron empleando otros materiales para la construcción de sus defensas como la piedra –en las comarcas graníticas-, o el ladrillo, -característico del área oriental salmantina-.

Las comunidades de villa y tierra y los señoríos

Las comunidades de villa y tierra –normalmente fortificadas-, se consolidan en nuestro territorio a lo largo de los siglos XII y XIII, constituyéndose como el sistema principal de asentamiento, consolidación y estructuración de los nuevos territorios conquistados. Estas poblaciones se dotaron inicialmente de murallas, a las que se irán añadiendo sus correspondientes castillos, a partir de la segunda mitad del siglo XIV, por los procesos de segregación y señorialización de villas y alfoces originados por los constantes conflictos políticos internos de la aristocracia y realeza castellana y leonesa.

Las Torres Señoriales

Originalmente, las torres aisladas o dotadas de un pequeño recinto perimetral, constituyeron un sistema defensivo característico de las repoblaciones emprendidas por particulares. Con el tiempo, pasarán a ser construcciones características de los dominios de pequeños señoríos y linajes de hidalgos castellanos y leoneses.

Adaptación al uso de la artillería

A mediados del siglo XV, las fortificaciones de Castilla y León comienzan a adaptarse a los nuevos avances tecnológicos protagonizados por la incorporación general de la artillería pesada y ligera en la estrategia militar, que resultó demoledora contra las altas defensas medievales de los castillos (almenas, parapetos, cadalsos, matacanes).

La respuesta constructiva a los nuevos tiempos se materializó en la construcción de barreras o antemurales que podían alojar cámaras de tiro bajas, en la aparición de obras terraplenadas y bajas como los baluartes, en el reforzamiento de muros con fuertes alambores o en la modificación de la forma de las torres, agudas o semicirculares, que cubrían desde sus flancos, los fosos y ángulos muertos de la barrera. El resultado final fue la sustitución paulatina de las esbeltas y románticas siluetas de los castillos plenomedievales por construcciones semienterradas que comienzan a camuflarse en el paisaje.

Las fortalezas artilleras del siglo XVI

Durante el reinado de Carlos I se desarrolló una fortificación característica: las denominadas barreras artilleras, consistentes en edificios de recinto único y planta rectangular, con grandes cubos circulares en las esquinas donde se abren troneras en buzón, que no debilitaban el muro ni permitían que el cañón asomara al exterior. Digno ejemplo de esta tipología es el castillo de Cerralbo y la readaptación de la fortaleza de Ledesma. La especialización defensiva de estas construcciones suprimió paulatinamente los usos palaciales que compartían los anteriores castillos medievales, lo que en último término fomentará la edificación de los hermosos palacios residenciales renacentistas en contextos urbanos.

Castillos-Palacio

Muchos castillos militares evolucionaron a residencias palaciegas y fueron engrandecidas para constituirse en residencia oficial por simbolizar el origen de su linaje, como el caso de Alba de Tormes, o construidos de nueva planta, como residencia aristocrática; caso de Villanueva de Cañedo, en la segunda mitad del XV.

La fortificación abaluartada

A partir de 1640, Salamanca volvió a ser tierra de frontera recobrando nueva vigencia la vieja raya con Portugal. La modernización de las fortificaciones en ambos países incorporó todos los avances de la poliercética de la época (ciudad abaluartada de Almedia –Portugal-), lo que en casos como Ciudad Rodrigo o San Felices de los Gallegos ocasionó importantes modificaciones del viejo sistema defensivo medieval hasta constituirse este sector transfronterizo como un paradigma arquitectónico que acoge todos los modelos defensivos de la arquitectura militar de la Edad Media y Moderna europea.

Las modernas fortificaciones abaluartadas incorporan todas las novedades tecnológicas y constructivas, en las que participaron los ingenieros militares más importantes de la época, tanto franceses (Antoine de la Ville, Robellín, Courten, Moreau, Bordick) como españoles (Marqués de Peñalba, Buscayolo, Patiño, Juan Martín Cermeñno, Antonio de Gaver ) y portugueses (Villegas).

El resultado final en la búsqueda de la planta perfecta, equilibrada e ideal, fue la construcción de los mejores arquetipos de la arquitectura militar de los siglos XVII y XVIII, modelos de perfección estructural, de organización racionalista (ciudad utópica consagrada a la guerra) y de valor simbólico (representado en sus formas estrelladas y poligonales).


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